Época: Barbarroja
Inicio: Año 1941
Fin: Año 1943

Antecedente:
Objetivos y medios

(C) Andrés Ciudad y María Josefa Iglesias



Comentario

Con la caída de Smolensko el 16 de julio, dos tercios del camino hacia Moscú -530 kilómetros, a una media de 32 diarios- quedaba cubierto. Entonces Hitler impuso un alto y ordenó la transferencia de las poderosas unidades blindadas del centro a los flancos para eliminar fuerzas enemigas y evitar que se retiraran. Estas vez estalló la discusión entre Hitler y los generales. Durante un mes se paralizarían los avances y durante dos se evitaría avanzar sobre Moscú. A estas semanas perdidas en pleno verano y no al adelantado y crudo invierno se debe imputar el fracaso de Barbarroja, si es que hay que atribuirlo a una sola causa.
En las directrices del 19 y 23 de julio, el Führer supeditaba la conquista de Ucrania, el Donetz, Crimea y el Cáucaso, por razones económicas, a la toma de Moscú. Esto daría lugar a la gran batalla y bolsa de Kiev (25 de agosto-26 de septiembre); pero antes de concluir, el grupo Panzer de Guderian iría al frente central para desencadenar seriamente la batalla por Moscú, según la directriz del 6 de septiembre. Iba a ser la Operación Tifón. Estaba claro que entre duda y duda, el dispositivo era cambiado reiteradamente. Más que de estrategia se trataba de dar palos de ciego avalados por grandes éxitos tácticos.

Comenzó la ofensiva el día 30. Pese a sus precauciones, los rusos fueron sorprendidos. En diez días los alemanes recorrieron la mitad de camino hacia Moscú, embolsando a los rusos en las grandes batallas de Viazma y Briansk. Pero también los alemanes tuvieron que recobrarse. Ya con el invierno encima reanudaron la ofensiva el 16 de noviembre. La Wehrmacht daba signos de estar exhausta. Ahora los generales querían detener la marcha y prepararse para el invierno, Pero Hitler, que antes lo había frenado, insistía en el empuje. El conservador se transformaba en temerario.

Nunca entró en sus cálculos una campaña invernal. Al final de Barbarroja creyó poder ocupar una línea de Arkángel a Astrakán, por detrás de Moscú, con un mínimo de efectivos y con equipo adecuado para sólo la quinta parte de las tropas. El número de congelados iba aumentando. Al empezar diciembre, alguna unidad llegó a una terminal del tranvía de la capital y divisó las torres del Kremlin. Pero la ofensiva iba cesando a pesar de las órdenes en contrarío: el Cuarto Ejército inició, por su cuenta, la retirada la noche del día 3.

Mientras que, al invadir Francia, cuanto más avanzaban los alemanes más convergían sus fuerzas, en Rusia el mismo avance producía mayor dispersión. Ni siquiera cuando Moscú se convirtió en objetivo preferente se le subordinaron por entero los medios. La ofensiva seguía en Crimea y el sureste, donde Rostov fue tomado el 21 de noviembre y perdido una semana después, sin que sirviera de advertencia. ¡Incluso el 2 de diciembre Hitler ordenaba a un cuerpo aéreo que se trasladase al Mediterráneo!

Al iniciarse la Operación Tifón, los rusos acumulaban para la defensa de Moscú el 40 por 100 de sus fuerzas combatientes de tierra, casi el 35 por 100 de sus tanques y aviones y alrededor del 40 por 100 de toda su artillería. Los alemanes empujaron con el 38 por 100 de toda su infantería y el 64 por 100 de todos sus tanques y fuerzas motorizadas del frente ruso.

En los días 5 y 6, la contraofensiva rusa se desencadenó ante Moscú y pronto corrió por todo el frente. Del centenar de divisiones involucradas, las traídas de Siberia desde comienzos de noviembre (una veintena, con un millar largo de aviones y unos 1.700 tanques) fueron la clave. El frente retrocedió por doquier y de 100 a 230 kilómetros ante Moscú. Hitler impidió drásticamente la retirada y con ello alcanzó su apoteosis como líder bélico. Y aunque por su obstinación la campaña se hallaba al borde del desastre, esta misma obstinación la salvaría del hundimiento total. Su negativa a replegarse al oeste del Smolensko libró, indudablemente, a su ejército de una catástrofe mayor que la de 1812.